Nortes (1994)

Si alguien representa a la poesía bajacaliforniana más reciente es Carlos Gutiérrez Vidal (Mexicali, 1974). Si hay una obra representativa de la generación del fin del milenio, esa es Nortes (1994). Tal vez porque Nortes, el segundo poemario de Gutiérrez Vidal, se arriesga en tomar a la creación poética como una estructura fragmentaria, como un videoclip de la conciencia. En estos poemas las imágenes brincan, sin lógica, de una escena a otra con un ritmo trepidante. Estética del balbuceo, del grafitti a medio terminar, de los versos que chocan entre sí para crear chispazos de iluminación.

Aquí, en Nortes, las palabras tienen peso, significan algo más de lo que enuncian. Gutiérrez Vidal no juega (aunque el juego exista) con el nonsense, con el sinsentido, porque incluso éste, el sinsentido sintáctico y el contrapunto rítmico, tienen una finalidad en la estructura total del poema. Poesía de una generación desencantada, que vive la crisis del país como si estuviera contemplando un televisor prendido en un canal equivocado. Poesía de la estática, del trance colectivo, de la transa cotidiana. Su mensaje no pasa por la política sino por las palabras que mienten. Nada es seguro. Nada es permanente. La relatividad llevada hasta sus últimas consecuencias.

Nortes es la voz de una juventud que no grita ni se desespera, que sólo aguarda, con pasmosa frialdad, su momento para saltar al escenario de la vida nacional. ¿Para expresar qué? Para expresar su aburrimiento, su abulia, su interés único en sí misma. Gutiérrez Vidal ha escrito, como pocos poetas mexicanos, un manifiesto del no deseo, una proclama de la no responsabilidad, la crónica del rebelde cuya causa es no rebelarse, no revelarse. Hermetismo verbal, simbolismo perfecto.

Para la literatura bajacaliforniana, Nortes es un salto adelante, una conmoción. La primera señal de una poesía que no necesita cubrirse con el manto prestigioso de la frontera o ser la vocera de una comunidad específica. El poemario de Carlos Gutiérrez ha roto con semejantes esquemas de creación. Estos poemas sólo responden a la poesía misma. Su campo de batalla no es la historia (como en José Javier Villarreal) o la espiritualidad dolida (como en Gloria Ortiz), sino el lenguaje, sus juegos, sus trampas, sus adivinanzas. El lenguaje como espejo donde el poeta se mide contra el mundo. El lenguaje como rompecabezas: para armarse y desarmarse y volverse a armar. Así hasta el infinito. O al menos hasta que Gutiérrez Vidal logre alcanzar otro estadio poético, otro espacio creativo mayor. Por ahora, Nortes, es un logro ejemplar, un reto para toda su generación.

Texto extraído de Literatura Bajacaliforniana Siglo XX. Editorial Larva, Mexicali, 1997.

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